Texto y fotos : Marie-Anne Dayé / Traducción : Francisco Salazar
Ndeye Arame Dieng, curiosa y aventurera por naturaleza y muy lejos de su natal Senegal, soñaba con descubrir Quebec. Después de un proceso de contratación que duró dos años finalmente llegó a Sept-Îles. Pero enseguida, su llegada se convirtió en un calvario que parecía difícil de superar. Ahora disfruta del fruto de su perseverancia.
Madre de una niña de 14 años que adoptó cuando ésta tenía año y medio, Ndeye Arame trabajaba en Dakar como instrumentista en el quirófano de un hospital. Quería probar la experiencia de Quebec hasta que la enfermedad de su padre la hizo repensar su proyecto. A pesar del triste giro, finalmente tomó la decisión de venir a Quebec.
¿Dejar mi país… para esto?
A finales de septiembre de 2023, cuando llegó a Sept-Îles con un permiso de trabajo cerrado vio como su proyecto se derrumbaba. Sufrió abusos por parte de su empleador que quería, entre otras cosas, que firmara un contrato que le ofrecía un salario inferior y que le asignaba tareas diferentes a las inicialmente previstas. Poco después, este último la despidió. “Normalmente decimos que cuando venimos aquí es de luna de miel. Lamentablemente todavía no la he tenido”, se lamenta. Con la ayuda del Centro Alpha Lira, solicitó un permiso de trabajo abierto para trabajador vulnerable (PTOTV), el cual recibió casi dos meses después. También presentó una denuncia ante la CNESST en contra de su empleador. Durante este tiempo, no tuvo ingresos, tuvo que pedir dinero prestado a amigos y buscar un alojamiento temporal.
“Psicológicamente no estaba bien porque estaba sola, no tenía a dónde ir. Un amigo me dijo que me fuera con él a Val d’Or, él pagó el boleto. Me quedé allí hasta que mi situación se estabilizó. No podía contarle a mi familia, ellos contaban conmigo. No podía decirles que tenía problemas”, afirma la mujer de 38 años.
“En mi país perdí mi trabajo, pero también lo perdí aquí, no tenía familia, sólo amigos, no tenía a dónde ir y tuve que dejar el departamento para buscar otro lugar. Si hubiera sabido que iba a ser así nunca habría venido porque yo estaba bien en mi país. Pero di mi palabra en mi contratación, así que no podía echarme para atrás”, continúa. Según Ndeye Arame, vivir en una ciudad pequeña tiene sus lados buenos y malos. Por un lado, la comunidad es muy unida, lo que significa que rápidamente encuentras apoyo pero, por el otro lado, cuando las cosas salen mal con un empleador, puede ser difícil encontrar un nuevo trabajo, señala, porque todos se conocen y porque todo se sabe.
Afortunadamente, la CNESST reconoció las faltas de su empleador y Ndeye Arame pudo recibir, después de largos meses de espera, la compensación y las disculpas que esperaba.
“No es el dinero lo que me interesa, sino más bien mi credibilidad”, subraya.
Eventos que dejan huellas
Aunque Ndeye Arame encontró dos nuevos trabajos en Sept-Îles (trabaja de lunes a viernes durante el día en una clínica dental, dos tardes por semana y los sábados en una gran tienda), la experiencia que tuvo le provocó cierto miedo. Si bien su PTOTV expirará en noviembre, no le gusta la idea de volver a tener un permiso de trabajo cerrado con sus nuevos empleadores, incluso si es necesario. “Tengo miedo de lo que me podría pasar, como pasó la última vez”, dijo.
Para Ndeye Arame es todo un desafío experimentar estas difíciles emociones lejos de sus seres queridos. “El 21 de junio fue el aniversario luctuoso de mi padre y ni siquiera pude orar con mi familia, todo me lo perdí. Pero trato de mantener una actitud positiva”, afirma. Le gustaría que su hija, que la extraña “muchísimo”, pudiera pronto venir para reunirse con ella. Mientras tanto, confía en la comunidad de Sept-Îles que se ha convertido en una familia para ella.